Melonares en el recuerdo

Como no tengo fotos pongo la crónica de aquella mañana hace 5 años junto a mi amigo Angello. Ya queda menos para volver.

Melonares-La Jarilla-Melonares

¿Quién dice que dos no forman equipo? ¿Alguien duda que son capaces de taparle la boca al sol? Que su fuerza sea incapaz de perturbar nuestro anhelo de disfrutar del campo ¿Alguien cree lo contrario?, Quizás la hora no fuese la apropiada, las 10.00 cuando empezamos a rodar. Pero, no es menos cierto, que cogimos al Astro Rey despistado. Ya no nos esperaba. Bajamos Melonares y como era lógico pocos se aventuraban a deambular por esos montes con la que estaba cayendo. El silencio era grande. Tanto que nos permitía escuchar las gotas de sudor abriendo paso por nuestras caras. La respiración parecía tener eco, mientras subíamos a la Jarilla. Las ruedas se oían estremecerse con cada piedra esquivada, con cada surco domado. ¿Quién dice que no tendríamos foto? ¿Ni video? ¿Qué no subiríamos la escalera de la torre de vigilancia? Esos peldaños deben de estar cerca del cielo, y aun así, la pasamos, seguimos subiendo. Y el sol y su aliado el calor no nos habían hundido y miran que estaban poniendo interés en ello. ¿Quién los había provocado? ¿Por qué estaban tan furiosos? No lo sé. De veras que no lo sé, aunque lo intuyo si me paro a mirar el calendario. Bajabamos la Jarilla y nos reíamos de él, mientras observábamos detenidamente el  largo trayecto que habíamos doblegado. Nunca te rías de tu enemigo. El chico es brillante, poderoso y no solo sabe por viejo. Intentaba minarnos poco a poco. Sabía que la primera subida fue larga, dura, ingrata y que podríamos pagar el peaje que había impuesto. Quizás pensó que nos quedaban pocas balas en nuestras únicas armas. Que las habíamos gastado con el constante pedaleo. Ya había salido escardado de esta primera batalla y no estaba dispuesto a perder la guerra. ¿Qué  pretendía? Nos preguntamos. Empezamos a subir Melonares y allí estaba, agazapado en lo alto de un árbol y sin previo aviso, saltó sobre nuestras cabezas, se enganchó a nuestras espaldas. Solo los ojos se libraban de su asedio, ayudados por unos milagrosos lentes que nos dejaban ver con cada vuelta de rueda lo que quedaba para terminar este nuevo asalto. Y ganamos por K.O. Sonó la campana y nos sabíamos vencedores. Tanto, que le volvimos a retar desde el coche. Y disfrazado de diablo, posado en mi hombro izquierdo me susurraba: “no subidlo otra vez” “Hay una rubia esperando”. Y le hicimos creer, que le hacíamos caso. Simulamos nuestra derrota. Y nos volvimos a reir, igual que cuando bajábamos. Nos sentíamos fuertes, estábamos en disposición de volver a ganar, pero, nos quedaríamos sin rival. Le dimos alas para la próxima. Se creía ganador, de esta nueva batalla, sin saber que realmente había perdido la guerra. Victoriosos brindamos en el Polígono de San Pablo junto a dos chicas que cierto ser nos había aconsejado. Un placer rodar, con mi amigo Angel (vaya nombre y pensaba ganarnos el susodicho). Tiene la virtud de convertir lo difícil en fácil. 31 kms y casi 800 de desnivel, los cuales se hicieron en 15 kms, ya que era una ruta lineal, se subiá lo mismo que se bajaba.

mu guenaaaaa.